Día Internacional de la Mujer


En el Día Internacional de la Mujer, quisiera enviar un mensaje a todos los hombres que tienen una dama a su lado, sin importar si es su esposa, novia, madre, abuelita, hermana e hija.

Las mujeres son un pilar fundamental sobre esta madre Tierra –la Tierra en que habitamos es del género femenino- que es indispensable para sobrevivir.


Si amas a esa mujer que está a tu lado; y lo único que deseas es verla feliz, próspera y crecer juntos, les recomiendo pedirle a Dios todos los días por ella, por su integridad, por su salud, por su trabajo y por todas las áreas en las que ella se desempeña.

Recordemos que las mujeres es el ser por excelencia que es capaz de desempeñar varias tareas al mismo tiempo.

La oración por ella logrará encontrar la paz y la esperanza; que se necesita en las situaciones dolorosas por las que muchas veces ellas pasan.

Cuando un hombre ora por la mujer que tiene a su lado independientemente de su parentesco, Dios envía bendiciones para ambos: para usted como esposo, como novio, como padre, como hijo, como nieto.

De igual manera elevemos una oración, por todas aquellas mujeres que no tienen a un caballero a su lado; que sus vidas se desperdician entre noches sin rumbo, se ahogan en ríos de alcohol y se pierden en problemas emocionales.

En este día tan especial, celebremos todos la existencia de ese ser que Dios puso sobre la Tierra para sacar adelante toda clase de situaciones.

¡Estoy segura que Dios les conducirá junto a ella en un sendero de productividad y felicidad !

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Invíteme a una reunión


Varios jerarcas se atragantaron cuando se destapó el tamal del mega almuerzo en el lujoso restaurante Cerutti, y es que si de esa forma celebran los de gobierno sus reuniones de trabajo, yo quisiera trabajar allí y que me manden a todas las reuniones que quieran.
Que poca pena tienen algunos jerarcas de gobierno en hacer este tipo de cosas con el dinero de los costarricenses.
Doña Clara Zomer expresó que “se tragó el almuerzo” de seguro estaba muy rico porque tragó y tragó para que no quedara nada; porque mucho color pedir que le empaquen para llevar las sobras, además es muy caro para dejar que sobre la comida.
Pobre de ella porque pedir un almuerzo tan fino y no degustarlo como se debe y solo tragarlo no vale la pena sobre todo cuando lo ideal es quedar con la panza llena y que no caiga mal. Para verdades, el tiempo, porque seguro que todo era tan fino que por más que se tragara el almuerzo, en el momento no se indigestó, la indigestión le dio cuando le pasaron la factura las denuncias de los medios de comunicación.
Distinta la actitud de don Ennio Rodríguez Céspedes, exgerente del Banco Hipotecario de la Vivienda –Banhvi-, este señor se comportó como los grandes e hizo lo que cualquier persona con vergüenza y dignidad haría : comete el error, dio la cara, canceló la factura y renunció. Doña Clara por el contrario, no recuerda detalles del almuerzo, primero dijo que no recordaba si habrían pedido vino para brindar, luego en el plenario legislativo expresó que levantó la copa, pero que no consumió licor; que pena porque los quesitos con vino son sabrosos.
La falta de responsabilidad compartida es evidente, doña Clara del Ministerio de Vivienda quien debía dar el aval del gasto y don Ennio del Banhvi, por lo visto don Ennio tuvo pantalones por reconocer el error y a doña Clara le faltan enaguas para reconocer lo que hizo mal.
El almuerzo de los 627000 colones se convirtió en una evidencia más de los finos manejos que se les está dando a recursos públicos en esta administración; más aún cuando de erradicar tugurios se refiere, esto sin quererles recordar lo que hizo el ministro anterior. Mientras escribí esta columna me embriagué con un vaso con agua, que tengo al lado de la computadora. ¡Salud!

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Jorge Prendas, héroe y víctima del terremoto del pasado 8 de enero, nos cuenta su historia.

“Aún resuenan en mis oídos los gritos de la tragedia”

El pasado jueves 8 de enero cambió por completo la vida de la familia Prendas Ramírez: la casita que con tanto esfuerzo habían construido y su “cacharrito” -como ellos llamaban a su carro- quedaron inservibles para siempre. Jorge Prendas conocido en La Cinchona como “Coqui”, salió como de costumbre al mediodía de la fábrica El Ángel hacia su casa a almorzar. Allí lo sorprendería la tragedia que marcó para siempre su vida.

El siguiente, es un extracto de la conversación que sostuvimos, él con voz entrecortada; yo, casi susurrando las preguntas para no perturbarlo aún más.

Don Jorge, ¿dónde se encontraba usted en el momento del terremoto? Estaba en la pulpería con mi doña y mi hija, porque la chiquita me había pedido un helado; entonces fuimos a comprárselo.
¿Qué vio usted, qué se escuchó en ese momento? Percibí como un estruendo y cuando me di cuenta, tenía encima de la punta del zapato, la viga corona de la pulpería. Por suerte, andaba con los zapatos de seguridad que me dan en la fábrica, que tienen punta de acero y con eso la sostuve. Como mi esposa se cayó, si yo soltaba la viga le caía a ella encima de su pie. Por un momento no supe qué hacer, pero... ¡ni modo! Tuve que hacerlo, porque la chiquita me gritaba y me pedía auxilio, se iba a caer en una grieta...
¿Qué se veía a su alrededor? Las cosas de la pulpería caían por todos lados; la pared se me venía encima, había cinco “doncitos” haciendo unas reparaciones en la calle y estaban agarrados de las manos sin hablar, como en estado de shock. La señora de la pulpería estaba prensada y yo le gritaba que se pusiera a salvo pero en el momento ella me decía que la dejara morir. Jamás la dejé, la jalé y la puse a mi lado. Se escuchaban gritos por todas partes y gente pidiendo auxilio.. y uno sin poder hacer nada. Una vez que paró el temblor,
¿qué hizo usted? Levanté la viga para que Gaby –mi esposa- sacara el pie. Estaba herida y manaba de su pie tanta sangre. Usted puede ver como tiene la pierna; la saqué y la senté a la orilla de la calle mientras los vecinos corrían como locos, gritaban, lloraban, seguían pidiendo ayuda pero era imposible ubicarlos para socorrerlos porque las casas estaban en el suelo. Entonces llamé por teléfono a mi papá y a mis hermanos para avisarles que en Cinchona había habido un terremoto y que el lugar ya no existía, que pidieran ayuda, que había gente muerta, que las montañas se habían derrumbado, que por el río no pasaba agua pues toda era una correntada de puro lodo, pero la comunicación era muy mala.
¿Qué pasó después? Reuní a los vecinos para tratar de estar todos juntos. Creo que yo era el único que estaba calmado porque del susto ni siquiera podía llorar, como lo puedo hacer ahora. Les pedí permiso para entrar en lo que quedaba de sus casas con el fin de sacar cobijas y medicinas como acetaminofén, - pastillas de las que por cierto conseguí unas seiscientas y todas se gastaron- y una botella de alcohol, que me eché en la bolsa de atrás; cuando alguien necesitaba esos remedios, me buscaba.
¿Dónde pasaron la noche? Intentamos dormir en el fresal; con plásticos hicimos una tienda de campaña y entre nosotros nos curábamos las heridas. Nunca se me va a olvidar que esa noche mi hija me pedía arroz y frijoles, porque yo la tenía a pura galleta. Por ratos creí que esa noche nunca iba a terminar y lo que más me angustiaba eran tantas réplicas... toda la noche. Uno piensa que otra vez viene un terremoto.
¿Y al día siguiente? En la mañana como a las nueve, un helicóptero llegó y en el primer viaje se llevaron a la doña -porque estaba muy mal de la pierna- y los viejitos. En cada viaje se iban llevando a las personas mas afectadas. Yo me quedé hasta el final. Algunas personas me han comentado que usted se comportó como un héroe, que ayudó a todos. Incluso, me han dicho que se quedó sin abrigo por dárselo a una señora.
¿ Es cierto eso que dicen de usted? Yo solo hice lo que tenía que hacer; por algo Dios no me llevó en ese momento.
¿Cómo está haciendo para sobrevivir ahora? Estamos en San Miguel, donde una cuñada. Ellos nos han brindado su casa mientras tanto, allí vamos pasándola con la ayuda de muchas personas del país, que gracias a Dios ha sido abundante.
¿Un recuerdo imborrable de esa tragedia? No se me olvidan los gritos de una pareja de nicaragüenses vecinos, que pedían auxilio en momentos en que yo no podía hacer nada. De repente noté que ya no se escuchaban...

¡Esas voces todavía las siento en el oído, fue horrible!

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