¿Quién debe utilizar el asiento preferencial?

Una pareja de esposos reconocidos en el cantón de Coronado por ser no videntes, como es su rutina, abordaron el autobús a las ocho de la mañana.

Él, vestido con su acostumbrada camisa blanca de manga larga arrollada hasta el codo y un pantalón de tela negro: ambas prendas bastantes gastadas por el paso del tiempo, tennis que sin duda ya terminaron su vida útil, un sombrero de campesino blanco con un dibujo de un canasto de café y detrás del canasto una bandera de Costa Rica, su inseparable tarrito de metal, que en su momento fue una lata de frutas a la que le quitaron su identidad –la etiqueta-, además de bastón blanco.

Ella, a diferencia de él, se le observa con diferentes prendas, aunque por lo general se le ve con vestidos de tela de punto, bufanda, las casi imposibles de encontrar chancletas de hule de color verde y, al igual que su marido, portando un tarro de lata de frutas y su bastón blanco.

Forman parte ambos, de las extensas filas que se hacen en la parada cada mañana, llenas de gentes con sus trajes enteros, otros menos formales y algunos que simplemente se dirigen a la cercana Clínica a una cita.

Ese día en particular, la pareja abordó el autobús como es de costumbre, con todas las dificultades que les conlleva dada su discapacidad. Por supuesto, encontraron los asientos preferenciales ocupados, esta vez por dos jóvenes, que ante la circunstancia de que los señores necesitaban sentarse allí, volvieron hacia otro sitio el rostro, con gesto de distraídos, para no cederles el espacio preferencial a quienes lo necesitan, ante la mirada cansada de un chofer que posiblemente es impotente ante tal situación, dado que nunca le pidió a las personas que desocuparan los asientos para que se los no videntes se sentaran.

Otros usuarios, ubicados en los asientos centrales del bus reaccionaron apenas con murmullos de asombro: “que barbaridad esos muchachos sabiendo que eran asientos preferenciales, no les dieron los campos”.

Esto es lo que sucede entre las cuatro de la mañana y las once de la noche de un día cualquiera, de su mes favorito, con el clima que mejor le convenga; cuando aborde un bus de la ruta Coronado- San José y viceversa.

Es común ver que los asientos preferenciales son utilizados por toda clase de pasajeros: caballeros, damas, jóvenes y niños, pero a quien usted no verá sentado donde le corresponde, es a un adulto mayor, a una persona con discapacidad o a una mujer embarazada.

Al regreso de mi jornada laboral en la tarde, le pregunté al chequeador del bus, la razón por la cual permiten estas situaciones y no actúan con autoridad para que la ley se cumpla, tal y como lo estipulan los letreros del mismo autobús. Un hombre vestido con su uniforme café, jovial y con buen modo; me contestó simplemente, que cada quién debe ser consciente y me pidió que preguntara otra vez al día siguiente, “pues quien puede explicarlo mejor, no está”.

¿Habrá en realidad alguien que nos explique por qué se irrespetan las leyes, vulnerando los derechos de quienes más lo necesitan?

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